Asustada, cierra los ojos y, por instante, se deja llevar, toca el suelo imaginándose sus más preciados deseos, apoya la cabeza relajadamente sobre un montón de ojos frías y se imagina que su almohada está más blanda que nunca.
De repente una extraña sensación de calidez rodea sus brazos y en medio de la oscuridad aparece ella. Es algo más que un reflejo de la realidad, ella está ahí, le mira, y le sonríe, ya no tiene miedo.
Ya sabe que no le abandona, que le cuida, que le quiere igual que antes, incluso más y que JAMÁS volverá a sentir la agonía de la soledad.
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